Un lago maravilloso

Gracias al blog de Sr. K. he podido votar por el lago Titicaca en el Natural 7 wonders. Espero que alcance un puesto respetable entre las 7 Maravillas del mundo.


"Copacabana Sunset"

Es un lago muy frío, pero en verdad maravilloso. Como nací en Copacabana, ese lago marcó mi vida profundamente. Para empezar, si un tío había muerto ahogado allí, me tenían que poner su nombre. Luego, esas tardes en las que preferíamos ir a bañarnos allí en vez de ir al colegio me acercaron a la muerte muchas veces.

En una de esas competencias desgarradoras, que consistían en ir de bote en bote, a un amigo (Alejandro) le dio calambre en los pies. Nosotros ya estábamos encima del bote siguiente pero Alejandro no llegaba y hacía como que no podía.
-¡Ayúdenme!

Como la literatura empezó cuando alguien dijo "lobo, lobo" y no eran, el Alejandro tampoco era, y pensábamos que se estaba haciendo al vivo.
Luego de varios minutos de lucha en el agua, parecía que en verdad estaba haciendo un buen papel, como si fuera de verdad. Entonces yo (porque soy buen cuate nomás), entré a salvarlo. Eso creí hasta que él me bajó al fondo de un tirón. El Alejandro Desesperado (le cae mejor ese apellido) no me dejaba salir. Apenas me safé de él para jalarlo de los cabellos hasta una piedra más alta en el agua.

Por haber nadado en ese fondo de miedo deambulé por el pueblo anonadado sin hacer nada varios días. Nunca más quise nadar. Pero como las mujeres lo son todo, esa promesa a mis diez años no duró ni una semana y lo tuve que hacer para no quedar mal ante unas primas quinceañeras de las que estaba enamorado y que estaban cerca (meditándolo luego, creo que ni se dieron cuenta).

Me zambullí como nunca al fondo del lago, con el estilo avioncito. Mi cuerpo cortaba las olas con la facilidad de un cuchillo caliente en mantequilla. Descubrí que cuanto más me adentraba, más caliente era el agua. La estela de una lancha interrumpió mi alucinante incursión. Di la vuelta y al ver la orilla creí que esta vez había llegado muy lejos. Las primas me llamaban de lejos asustadas. La hazaña pasó a ser una travesura en un instante.

Tuve que hacer como cuando subía al cerro del Calvario: agachar la vista para no mirar lo que faltaba, para no rendirme y sólo avanzar. Entretenerme en una piedra, en una maravillosa sirena que se dibujaba en el fondo del lago mientras retenía la respiración.

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