La mamita de Urkupiña


Como no iba a ser de otra manera, ahora que los cochalas estamos celebrando a nuestra mamita de Urkupiña, no podía menos que hablar de esta gran fiesta que congrega a bolivianos de todo el país, ya que, como buenos mestizos, somos un híbrido entre la religiosidad cristiana y la cosmovisión andina, es por eso que nos gusta someter nuestra vida a los designios de divinidades varias, y también de sus “representantes” y que mejor si en este caso la deidad tiene rostro de madre.

Creo que en ese sentido los bolivianos somos muy apegados a la figura materna, no solo a nuestras santas madrecitas de carne y hueso, sino también a la Pachamama y a la Virgen María.

Mas allá de quien quiera creer o no hacerlo, es evidente la fuerte devoción que existe en Bolivia, como buen país latinoamericano, a las distintas imágenes de María, que al final, con otros nombres, mejor dicho “apellidos”, es la única y la misma, la madre de Jesucristo. La virgen de Cotoca, la Virgen de Copacabana, la Virgen del Carmen, la Virgen de Guadalupe, y como no, la Virgen de Urkupiña son una clara muestra de ello.

Yo, como devota cristiana que asiste a misa todos los domingos y celebra en oración las fiestas de guardar, soy también fiel devota a la figura maternal de la virgen María, la respeto y venero como mujer y como madre, por su valentía, coraje, fuerza, entrega y sobre todo por su fe inquebrantable.

De hecho y como recomendación especial, dos de mis libros favoritos son: “El evangelio secreto de la virgen María” (Enrique Martín, Ed. Planeta 2005) y “El silencio de María” (Ignacio Larrañaga Ed. Paulinas 1990), porque describen, según mi criterio, muy bien la figura de María como la mujer humana que fue, con sus dudas, sus miedos, sus luchas y también su fe.

Pero así con todo lo devota que puedo ser, desde que era una adolescente tenía serios problemas con el tema de la humanidad de María y el endiosamiento que estas fiestas producen, porque claro, mucha gente fija su fe en María y se olvidan de lo más importante, Jesús y como bien dice el lema de Urkupiña… “a Jesús por María”, pero a Jesús.

Por ese detalle es que no era muy partidaria de estas grandes fiestas dedicadas a María, sobre todo porque mucha gente la adora, cuando en realidad lo que se pide, desde la fe católica es la veneración, hasta que entendí que si mis amigos preparan una gran fiesta para decirle a mi madre lo mucho que la quieren, yo me sentiría muchísimo más feliz que si la fiesta me la hicieran a mi, y si yo soy capaz de pensar así, cuanto más imagino que le gustarán estas fiestas a Jesús, al fin y al cabo, ¿a quien no le gusta que le halaguen a la madre?

Así que, un buen día me dispuse a ir también peregrinando a saludar a Nuestra Señora de Urkupiña. Con organización previa concertamos cita para las 10 de la noche, supuestamente íbamos a dormir, pero eso fue lo último que hicimos, reímos, jugamos cartas, contamos chistes, hasta que al final dieron las 4 am en el reloj local y comenzamos nuestra caminata, la ciudad desierta, el frío que calaba los huesos, una mochila con chicolacs y agua, chompas y chamarras encima comenzamos nuestra travesía.

Ya en el puente de Quillacollo nos encontramos con miles de personas que emprendían la caminata hasta el cerro de Urkupiña, unos iban orando, otros cantando canciones de alabanza, otros iban con mucha fe pidiendo favores, e incluso algunos intentaban llegar los últimos kilómetros de rodillas; pero grande fue mi sorpresa al descubrir que no todos iban en plan religioso y de peregrinación, muchos iban ebrios, otros para “chequear”, otros iban a conocer gente, unos más iban en plan maratón deportiva y realmente los menos eran los que iban en verdadera oración, muy a pesar de todos los esfuerzos que el Arzobispado de la ciudad había hecho por “concienciar” a la gente del verdadero sentido de esta caminata y de haber puesto “postas” de oración a lo largo del recorrido donde entregaban folletos que indicaban como orar y como vivir la peregrinación.

Una vez llegado al cerro muchos se aglomeraban en la Iglesia de San Idelfonso para asistir a la misa de las seis de la mañana, para después alimentarse con un desayuno a base de empanadas y api, mmm delicioso. Después retomaban la peregrinación hasta el Calvario donde la verdad no pude ver bien que es lo que sucedía pues había demasiada gente y muy mal sonido, pero me imagino que se trataba de algo de oración y mensajes ya que estaba el Obispo y algunos sacerdotes con la imagen de María.

Luego la religiosidad cristiana tomaba matices muy diferentes, ya que pasaba de una devoción a María, a un ritual para a la Pachamama, pues se derramaba cerveza sobre la tierra y se sacaban piedras del cerro pidiendo suerte y dinero, además se compraban casitas, billetes, títulos, pasajes de avión, autos y hasta bebes miniaturas para hacerlos bendecir por el sacerdote del pueblo y también por el curandero para que la virgencita y la Pachamama concedan el deseo de obtenerlos un día.

Después la peregrinación se volvía fiesta, ya que en diferentes lugares se habían colocado restaurantes improvisados con suculentas comidas y también bebidas espirituosas, y al son de la música, el baile, la comida y sobre todo la bebida desfilaban los “ahora creyentes” por los alrededores haciendo amigos y “socializando”, al fin y al cabo la fiesta de Urkupiña es también y sobre todo integración, si, esa integración que hoy mas que nunca nos está faltando, así que vayamos todos con devoción a pedirle a la mamita de Urkupiña que nos conceda el favorcito y nos ayude a vivir como hermanos.

1 comentario:

fidelio dijo...

"sincretismo" le dicen los teoricos.
No es maravilloso nuestro pais?
Como pueden convivir conceptos tan diversos?

Y eso que comentaste solamente la peregrinacion. Imaginate la entrada folclorica.

Y despues hablan de "originarios" en el gobierno, cuando nuestra mayor riqueza es el mestizaje.